¿Quiénes Somos?
Somos mujeres consagrados a Dios, seguidoras de Jesús, que intentamos vivir a profundidad una espiritualidad encarnada, desde una vivencia en Comunidad.
Ser Ángeles Visibles es nuestro estilo y modo de ser en el mundo, haciendo realidad los valores del Evangelio.
Nuestra Congregación nace como un Don para la Iglesia en Francia, en un pueblo del sur, llamado Quillan, bajo la inspiración del Espíritu Santo que recibieron nuestros fundadores el Beato Luis Ormières y Juliana María Lavrilioux (Madre San Pascual).
Un 3 de abril de 1950, llegan las primeras Hermanas a América. En Venezuela, Caracas da inicio la primera comunidad de Hermanas, de allí se extiende la misión y tarea de ser “ángeles visibles” a otros países del Continente: Colombia, Ecuador, México, Nicaragua, El Salvador, Bolivia.
“Desde su llegada a Caracas, las Hermanas se hacen cargo del nivel religioso y moral del país que va a ser objeto de sus actividades apostólicas y comprenden que un campo inmenso de cultivo se extiende ante sus ojos, dispuestos a recibir su labor bienhechora, labor difícil que exigirá de ellas abnegación y sacrificio a toda prueba, pero que promete para el porvenir una cosecha hermosa y abundante.” Crónica de Hermanas.


¿Qué hacemos?
El Beato Luis Ormières sintió el llamado a “Formar Verdaderos Discípulos de Cristo”, por eso, nuestro que hacer inicia en el ámbito educativo, pero como los ángeles expanden sus alas, nuestra misión también se vio creciendo en el cuidado a los enfermos y el anuncio del Evangelio en diversos lugares.


Para las Hermanas del Ángel de la Guarda, nuestro nombre nos orienta en la misión que hemos de realizar, por eso cuidamos, guiamos, enseñamos, acompañamos, en diferentes ámbitos como la educación formal (colegios) e informal (Grupos juveniles, Comunidades de Base, talleres), en las parroquias donde nos vivimos en unidad con la Iglesia, la atención a personas enfermas y necesitadas, en redes y con otras instancias defensoras de la vida, los Derechos humanos y el Cuidado de la casa común. Creemos y apostamos de manera especial por el cultivo de la vocación de cada uno, porque como destaca San Pablo “cada uno ha recibido un Don para el bien de la Comunidad” 1Cor. 11,12.